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Por el camino de la fragua

Por el camino de la fragua

Por José AurelioPaz, con fotos del autor

A los que rompen los bancos y las farolas de los parques, además de castigarlos legalmente, yo les daría trabajo correccional en la fundición de Tico, para que se dieran cuenta, no solo del precio material de lo que destrozan, sino, además, del valor espiritual y el amor que hay que ponerle a cada pieza, en medio de un calor infernal, para que luego sea arete prendido a estas calles como testimonio de un viejo oficio rescatado.

Si yo les hablo de José Alberto Pérez Gutiérrez (Ciego de Ávila, 1966), con los dedos de las manos podría contar aquellos que saben de quién se trata, mas si solo digo Tico, inmediatamente cualquiera me respondería: "¡Ah, sí el tipo que hace las farolas y los bancos de los parques!" Y es que un apodo familiar le ha marcado para siempre y ya queda como sello artístico de todo lo que hace. 

De niño creció entre el calor del horno y la fragua, mientras su padre y su tío se dedicaban a la fundición de objetos en metal y a la hojalatería. Le maravillaba aquello de ver el aluminio derretirse y, luego, tomar las formas más inusitadas. "El viejo no quería que yo me dedicara a eso, quería que estudiara e hiciera una carrera y me gradué de ingeniero agroindustrial, que me sirvió mucho para lo que hoy hago, cuando, luego de la depresión que sufrió hace unos años la industria azucarera donde trabajaba, me dediqué por entero a este oficio que aprendí de mirar lo que ellos hacían, cuando no iba a la escuela o hacía las tareas."

Mucho después el padre enfermó y Tico se hizo cargo del taller, evolucionando, poco a poco, de un fogón Pike fundido a las hermosas farolas, los columpios, los cuadros o las lámparas que, con carácter ornamental, hoy despiertan, en muchos, el asombro de un virtuosismo que se sustenta sobre lo útil, en el concepto martiano de dejar una huella verdadera.

Conversamos un rato, en un clima agradable, y luego nos fuimos a desandar su pequeña fábrica, aún en construcción, donde sus compañeros de grupo, el cual pertenece a la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA), se mezclan, entre el polvillo y las altas temperaturas del horno, con otros operarios que realizan esa cadena de tareas trazadoras del camino que va de la chatarra a la pieza terminada.

Lo primero que lo llevó a su actual status creativo fue el mejoramiento de unas farolas, algo endebles, que habían sido importadas para el parquecito Máximo Gómez, en la ciudad capital de Ciego de Ávila. Así, se le ocurrió que los brazos de los de ellas semejaran puños y machetes mambises; luego vino la restauración de todo lo referido al museo provincial Coronel Simón Reyes, en cuanto a lámparas y otros complementos como los cristales decorados mediante la técnica del sandblasting (grabar sobre cristal con arena sílice a presión); hasta llegar a las actuales luminarias del bulevar avileño y sus cestos de basura, en los que se observa una pátina que ha sido fruto de sus búsquedas y que guarda con celo.

Hoy por hoy Tico no solo tiene reconocimiento social en el país por el sin número de obras en las que ha intervenido, incluso, al hacer las tarjas con el Escudo de la ciudad de Ciego de Ávila o una condecoración que, aludiendo en su diseño a la llamada Perla del Sur, otorga Cienfuegos a sus personalidades más destacadas. Sino, también, con las lámparas que iluminan el nuevo Seminario San Carlos de La Habana.

"El historiador Eusebio Leal nos ha pedido que preparemos condiciones a fin de que podamos responder a las demandas del Centro Histórico de La Habana, y así ahorrar al país las importaciones que, en este sentido, se hacen desde Europa, y para eso nos preparamos. También estamos inmersos en lo que llevaremos a FIART y, además, a una Feria Internacional en México en la cual participaremos, cuando ya hemos incursionado en otras, en ese mismo país. Entonces te darás cuenta de que tenemos una demanda superior a lo que podemos ofrecer y queremos esforzarnos para no defraudar a todas aquellas personas que han depositado su confianza en nuestro grupo", comenta el pequeño hombre de gran visión para su negocio, no solo por los beneficios materiales que le aporta, sino por lo social.

Cabe, entonces, preguntar lo que tanto me ha picado en la lengua desde el comienzo de la conversación; cuál será la solución a esas barreras arquitectónicas, en forma de cuadros, que a más de uno han propiciado un tropezón, luego de que se prescindiera de un grupo de luminarias en el antiguo diseño del bulevar.

"Ahí hemos propuesto, porque cada idea la colegiamos con los compañeros de Patrimonio para que exista armonía entre nuestro trabajo y el entorno, lámparas viales; es decir, tomando el mismo elemento de los difusores superiores e invirtiéndolos para que logren un efecto visual sin que moleste al transeúnte. Confiamos que en este mes de octubre esté solucionado el asunto."

Terminamos el recorrido entre el maleable aluminio hirviente y el rígido frío, una tierra matancera ideal para rellenar los moldes, el fuste, el farol, las matrices de cedro, la arena sílice dibujando arabescos sobre el cristal virgen, el maquinado final, los claroscuros de las pátinas, el almacén donde se guardan los prototipos y las piezas acabadas, el sudor, los callos en las manos,...

"¿Lo que más duele...? Pasar por algún parque y ver que las personas no cuidan o rompen lo que hemos hecho, sin darse cuenta de que se trata de un daño colectivo que, a la larga, repercute en la belleza y la comodidad de la ciudad, y, lo otro, la falta de mantenimiento a los distintos objetos de obra. Solamente fíjate en las luminarias de Los Elevados para que te des cuenta de lo que hablo.

"¿Mi sueño inmediato? Trabajar el bronce y, dentro de él, la escultura en pequeño formato a través de la técnica conocida como ‘cera perdida'.

"¿Lo que menos me gusta? Que algún amigo me pida que le haga las argollas para una bóveda del cementerio. Siempre trato de ayudar a las personas, pero eso me deprime.

"¿Lo que más añoro? Que mi padre me hubiese visto en este momento que vivo. Se sentiría orgulloso de mí. Se acordaría de aquel dicho de ‘perro huevero...', porque, a pesar de que nunca quiso que me dedicara a esto, los misterios de la vida me trajeron de regreso a casa, por el camino de la fragua y esta silenciosa manera de rescatar un viejo oficio que, todavía, puede servirnos mucho."

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