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Ciego de Ávila 1895

Ciego de Ávila 1895

Por Omar Abreu Valdivia *

Al terminar la Guerra de los Diez Años el panorama cubano se tornaba complejo e inseguro, tantos años de lucha sin haber alcanzado el objetivo supremo —la independencia de Cuba— habían generado incertidumbre y diversidad de posiciones alrededor de la situación presente y futura de la Isla; unos perdieron la esperanza de triunfo, otros acudieron a viejas e inefectivas fórmulas, algunos decidieron intentar levantar fortuna junto a la familia y no faltaron los que insistieron en la continuidad de la lucha por la definitiva separación de la metrópoli y la fundación de un pueblo nuevo, a estos se incorporó, con renovado ánimo y prestigioso liderazgo, José Martí.

El doctor Fernando Portuondo del Prado en sus Estudios de Historia de Cuba describió la dramática situación que tuvo que enfrentar José Martí en su apostólica labor fundacional.

"Envainados los machetes libertadores al firmarse la paz del Zanjón o poco después, al frustrarse el movimiento iniciado en Baraguá y la Guerra Chiquita, a los separatistas se les abrieron tres caminos: el del retiro forzoso a las actividades privadas, muy limitadas y poco lucrativas en un país arrasado por la guerra: la expatriación, con la secuela natural de tener que ajustarse, en pésimas condiciones, a nuevas formas de vida y trabajo (...) o la prosecución de esfuerzos por reanudar la lucha, estéril bravura tras tanta fatiga y tanto desengaño." 

Después de 17 años de trabajo incansable para superar aquellas limitaciones impuestas por la heterogeneidad de posiciones en relación con el destino de Cuba y unir todos los esfuerzos y voluntades en torno a Cuba, luego de la "Tregua Fecunda" o el "Reposo Turbulento" se cumplía la sentencia martiana publicada en el periódico Patria en una carta dirigida a los presidentes de los clubes del Partido Revolucionario Cubano, el 20 de julio de 1893: "Todo lo que a esta hora debía estar hecho, está hecho: —Todo lo que en este momento debe estar junto, está junto. —Con la autoridad y el orgullo de nuestra conciencia, podemos decir a nuestro pueblo: —todo está preparado, todo está vencido."

En la reunión de emigrados cubanos del 24 de enero de 1880, en Nueva York, Martí se refirió a las condiciones necesarias para el estallido de la nueva contienda como continuidad histórica de la Guerra Grande. En tan temprana fecha pretendía levantar el ánimo, avivar los sentimientos, estimular el orgullo y restablecer la confianza en el triunfo, una vez consolidada la unidad.

"(...) los cansados se fortalecen; las armas oxidadas salen de las hendiduras donde sus dueños prudentes las dejaron, en olvido no, sino en reposo; las pasiones humanas producen, excitadas de nuevo, sus naturales resultados; y aquella década magnífica, llena de épicos arranques y necesarios extravíos, renace con sus héroes, con sus hombres desnudos, con sus mujeres admirables, con sus astutos campesinos, con sus sendas secretas, con sus expedicionarios valerosos. Ya las armas están probadas, y lo inútil se desecha, y lo aprovechable se utiliza. Ya no se perderá el tiempo en ensayar: se empleará en vencer. Los hijos de los bosques saben ya el árbol que cura, el que alimenta y el que ampara. Las aves en las cuevas han aumentado sus depósitos. La orilla en que se fracasó, se esquiva. Para los corceles, hay nueva yerba: Para sus jinetes, nuevo fruto. Ya se conocen los peligros, y se desdeñan o se evitan. Ya se ve venir a los estorbos. Ya fructifican nuestras miserias, que los errores son una utilísima semilla. Ya ha cesado la infancia candorosa, para abrir paso a la juventud fuerte y enérgica. La intuición se ha convertido ya en inteligencia: los niños de la revolución se han hecho hombres". El Apóstol utilizó los momentos de gloria vividos en la manigua, durante 10 años de combate sin tregua contra el enemigo, para estimular el compromiso patriótico y la vocación independentista de los cubanos. No había otro camino, la guerra era la única alternativa y era un hecho inevitable.

"¡Ni era posible que muriesen, de tan oscura muerte, tales hombres y sucesos tales! ¡Ni había de dejar de ser cierto, por primera vez sobre la tierra, que una vez gozada la libertad, no se puede ya vivir sin ella!"

"No ha muerto la leyenda. ¡Indómitos y fuertes, prepárense sus hijos a repetir sin miedo, para acabar esta vez sin tacha, las hazañas de aquellos hombres bravos y magníficos que se alimentaron de raíces; que del cinto de sus enemigos arrancaron las armas del combate; que con ramas de árbol empezaron una campaña que duró 10 años; que doman por la mañana los caballos en que batallan por la tarde.

Ese es un hecho; contra conjuros, veleidades y anatemas; contra la traición de los unos, la fatiga de los otros y la persecución de nuestros dueños; la guerra ruge en Cuba".

El grito de guerra lanzado por los cubanos el 24 de febrero de 1895, que puso en pie de lucha a Cuba y especialmente a la región oriental de nuestro país, bajo la conducción ejemplar de José Martí; encontró calurosa y entusiasta repercusión en el territorio que ocupa la provincia de Ciego de Ávila.

El alzamiento de los patriotas avileños se produjo el 21 de abril de 1895, en la finca Jagüeycito, actual municipio de Florencia, bajo el liderazgo del general Joaquín Castillo López, acompañado de unos 40 hombres, entre los que se encontraban Antonio Pío Cervantes, Rafael Hernández y Quirino Reyes. Más tarde se le unieron patriotas, liderados por José María Agramonte, quien se había lanzado a la manigua desde su finca Pozo Brujo, y otra partida comandada por el patriota habanero Juan Bruno Zayas, que operaba en la zona noroeste de La Trocha.

La sensibilidad patriótica de los avileños no se redujo a los pronunciamientos del mes de abril, el espíritu de rebeldía de los habitantes de este territorio siguió manifestándose en los días siguientes. En el mes de mayo se efectuaron otros alzamientos que fueron extendiendo la llama redentora por toda la región. El primero en hacerlo fue el del coronel Nicolás Hernández Moreno (el Tocayo) con un grupo de 16 hombres en las cercanías de Morón. Estas tropas enarbolaron una bandera cubana confeccionada por América Peñaranda Machado, una cubana digna nacida en Morón.

Este hecho tiene una especial importancia para las generaciones avileñas. Constituyó una multiplicación de las acciones del 10 de octubre de 1868, cuando en su ingenio, Demajagua, Carlos Manuel de Céspedes estrechó en sus manos, libertadoras y fundadoras la bandera diseñada por Candelaria Acosta. La actitud de América Peñaranda Machado no fue una simple imitación de un hecho que conocía, sino la ejecución del impulso patriótico, que en sus venas de cubana, inyectó aquella memorable hazaña.

Los alzamientos de los guerreros avileños en el año 1895, se completaron en la luctuosa fecha del 19 de mayo. Ese histórico día, se pronunció en armas Simón Reyes Hernández, en la finca Los Suspiros, cerca del poblado de Ceballos, secundado por una veintena de hombres. La llama revolucionaria había prendido inevitablemente en el territorio avileño, y preocupaba considerablemente a los partidarios del poder español.

El 21 de mayo de 1895 tuvo lugar, en la zona de Florencia, un hecho revelador de la intensidad que fue cobrando la guerra en este territorio y de la manifestación práctica de la aspiración martiana que exigió la fusión de los "pinos viejos con los pinos nuevos", como garantía del triunfo de la Revolución. Como afirmó Martí "Rompió de pronto el sol sobre un claro del bosque, y allí, al centelleo de la luz súbita, vi por sobre la yerba amarillenta erguirse, en torno al tronco negro de los pinos caídos, los racimos gozosos de los pinos nuevos: ¡Eso somos nosotros: Pinos nuevos!

Ese día se encontraron en Tamarindo los generales Joaquín Castillo y Juan Bruno Zayas, con unos 140 hombre en conjunto y se les unieron el teniente Hilario Abreu, veterano de la "Guerra Grande" bajo las órdenes del general Máximo Gómez y otros 10 soldados nuevos combatientes independentistas.

"El 21 del mes pasado estuvo Castillo en Tamarindo, que dista una y media legua de Guadalupe, en dicho punto se le reunió el Dr. Zayas y según los dicho de los vecinos de aquel llevaba 140 hombres. En el mismo día se le unieron 10 hombres e hicieron teniente a Hilario Abreu. Este señor ha estado en la otra Guerra con Máximo Gómez y los últimos egresados son jóvenes trabajadores". El 22 de mayo del propio año se levantó en armas contra la dominación española, en Majagua, el coronel Justo Sánchez de Peralta, acompañado de su familia. Sus tropas se hicieron sentir inmediatamente en un extenso y estratégico territorio de operaciones, al oeste de la Trocha, donde se encontraba el último bloque de la fortaleza militar. "La partida mandada por Justo Sánchez anda entre Jicotea y Arroyo Blanco."

Había surgido la guerra. Nueva y vigorosa, como la concibió Martí.

"Guerra en buena hora, cuando surja del país, y cuando tenga más posibilidades de victoria que de derrota (...)"

"Esta no es solo la revolución de la cólera. Es la revolución de la reflexión".

"Las guerra, en un país que se mantuvo 10 años en ella, y ve vivos y fieles a sus héroes, es la consecuencia inevitable de la negación continua, disimulada o descarada, de las condiciones necesarias para felicidad de un pueblo que se resiste a corromperse y desordenarse en la miseria."

*DR. C: Omar Abreu Valdivia. Profesor Titular y Rector de la Universidad de las Ciencias Pedagógicas Manuel Ascunce Domenech

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